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Las palabras Valor, ético, moral están para mal, vulgarizadas. Se encierran en los recintos que separan, desde el Poder, al bien y al mal. Pero más allá de los juicios y actitudes, al acercarse a los comportamientos individuales y grupales afloran confusiones y contradicciones. Las palabras usadas para designar los Valores toman significados diversos atendiendo no sólo a los contextos de los otros Valores sino a las circunstancias y tensiones que confronta una cultura: la vida como Valor tiene un significado diferente para un venezolano que para un guerrillero palestino. Así mismo Valores como “lo femenino”, la democracia (ver USA y Egipto), la participación, la diversidad, el amor, el odio.
No propongo el Valor como un postulado o premisa axiológica, como un enunciado matriz del cual derivar lógicamente argumentos o proposiciones, en el sentido habitual de la lógica formal o la Matemática académica y el soporte que ella presta a la ciencia moderna. Tiene que ver, necesariamente con el lenguaje, pero no se reduce a lo que pueda caber en el lenguaje.
He empleado la expresión “referente mayor” o “gran referente” Y tendría que encontrar una metáfora mejor, para ilustrar la referencia de los comportamientos y acciones con los Valores, como las líneas blancas que señalan los linderos de las carreteras y entre las cuales se debe ir para evitar accidentes. La línea blanca es un trazo definido y el valor no es un trazo definido. Los valores nos llegan corpóreamente y no sólo por señas, símbolos o definiciones. Nos llegan y se instalan en nosotros operando para máximas o mínimas de lo posible y convenido. Como lo hacen las continuas hermeneusis que desde nuestro cuerpo y contextos hacemos del entorno y de nuestra propia calidad.
Los esfuerzos, comúnmente eclesiásticos o políticos y en la Ciencia, a partir de una interpretación corta de Khun y sus Paradigmas, responden a la necesidad de hacer programas o mandamientos a partir de Valores enunciados.
Esta condición, si se quiere borrosa de los Valores, no les resta fuerza, ni para impedir ni para impulsar. Sabemos de qué manera es fácil guerrear y morir por ellos. Sabemos de qué manera es posible descubrir la América por ellos.
Esa condición borrosa, también nos trae las maneras en las que muchas culturas han asociado los Valores a dioses y santos representados físicamente con figuras o símbolos que sustantivan las relaciones con ellos. El figurativismo humano greco-romano, y luego católico, de las deidades. Las abstracciones geométricas de los islámicos. La música en los protestantes. Los dragones chinos. Los animales egipcios. Las máscaras y plumas de Quetzalcóatl. Con ellos los valores implican suertes de negociaciones con ofertas y promesas frecuentemente incumplidas y castigadas.
Ahora la angustia, las neurosis y psicosis aparecen como formas de castigo por las violaciones de esos referentes que en su pleno vigor tienen efectos patológicos.
Es difícil, sino imposible, establecer la demarcación entre lo “cultural” (advenedizo al sustrato biológico humano) y lo biológico. No hay tal condición de sustrato sobre el cual se “monta” o estructura lo cultural. El proceso es simultáneo y complementario. Lo humano (biológico) va generándose con lo cultural y ello permea y está en todo el cuerpo, que es, por tanto, todo culto. Es imposible establecer su emergencia y siempre será susceptible de ser interpretado desde el propio punto de vista, desde la propia cultura.
Una muestra de esto es el vigente cerebrocentrismo. Se establece la emergencia y evolución del ser humano en relación al tamaño y composición del cerebro. Más aun, se propone al cerebro como receptáculo de lo humano, en una derivación, no bien oculta, del alma y su residencia.
En el marco de referencia de los valores se generan muchos y disimiles símbolos, significados atribuidos a expresiones similares expresiones, técnicas, métodos, modos sociales, hábitos y costumbres.
La elaboración consciente de símbolos (obras de arte, caudillos, logotipos, emblemas, escudos,…) es un buen ejemplo de los valores establecidos que se descubren al colocar a aquellos en perspectiva histórica o en contextos culturales. Los símbolos quedan generalmente en el marco de lo posible de concebir es decir, de los Grandes Referentes, de los Valores vigentes.
Ahora lo digital converge con otros valores y sus máquinas, a macerarse en otras culturas. Y Occidente decae y es reemplazado por la diversidad. Una diversidad que emerge reforzada por los cursos que abre Lo Digital. Y Lo Digital va colocando su hierro en todo lo que transita por su Nube.
La cosmovisión así entendida se supone culturalmente relativa. Diversidad que supone también áreas de negociación y/o solapamiento entre las diversas culturas (y cosmovisiones). Y que ha de ser el camino de la Paz.
Es frecuente encontrar una evasión del empleo adecuado del término “
Valor” y se usa “creencias y valores”. Por ello conviene distinguirlos. Una creencia puede ser una incidencia singular, particular asociada a un acontecimiento o percepción: “yo creo que Pedro no va a venir”. Se dice eso insinuando que no se tienen “pruebas” de ello. Un poco más tarde, la misma persona puede decir “Yo creo que me equivoque, Pedro va a venir”. La creencia se mueve en el marco de valores que le demandan o no “pruebas” es decir constancias objetivas si la objetividad, las existencias de las cosas ahí, está instalada como valor. De tal manera que la confesión “creo” de entrada debilita la afirmación reduciéndola a una presunción subjetiva.
El Valor, como ya se ha dicho, no es una instancia lógica, es una instancia de fe instalada, un referente para todo caso, incluyendo las creencias. En el caso mencionado, el valor “objetividad” debilita al enunciado. Con esa debilidad el enunciado puede ser negado o suplantado con alguna prueba contraria: “Pedro ya viene por el camino”.
El Valor no. Se le puede derrotar argumentalmente, pero no se eliminará su vigencia: Dios – y todas las instancias de fe- no se puede matar con un argumento. Tal vez pueda hacerlo un acontecer persistente o un gran cataclismo que lo debilitará o a la postre sustituirá al Valor, no una simple voluntad, ley, imposición o decisión de hacerlo.