La corporeidad y la construcción de los saberes y conocimientos
No siento que deba angustiarnos demás de la cuenta la explicación, con una sola teoría, de la totalidad del Universo, como pretende el paradigma holográfico. Siempre se irán construyendo teorías con mayor o menor ambición para satisfacer la intriga humana y, a la vez, que le funcionen para sus exigencias y expectativas actuales. Sin embargo tendrán sus costos: la física cuántica no escapa de esto.
Refugiarse en el cerebro y en sus niveles cuánticos para explicar las maneras como el universo se percibe, suena parecido a la proposición del genoma como causa inicial de la condición humana sus potencias y carencias. Pareciera una herencia, a la vez bíblica y positiva, que se refugia en instancias tan tenues y volátiles como las partículas (u óndas) subatómicas para proponer esencias y causas iniciales. Lo que entiendo como religiosidad (ver más adelante) explica esa manera de construir, de atribuir a ciertas percepciones o creaciones alma y fuerza generatriz. Así ha sido y afortunadamente, así seguirá siendo. Por ello se ha creado a Dios y “De la nada Dios hizo el Universo y colocó en él al hombre”.
La palabra construcción tiene resonancias estructurales, de cosas que se arman o ensamblan. Es necesario recargarla semánticamente para poder usarla en el sentido de lo que aquí propongo. La palabra construcción me interesa proponerla en función del encuentro o establecimiento de relaciones o asociaciones. Relaciones, asociaciones, texturas, que se encuentran (o construyen) desde el acervo del grupo, de quien lo hace.
- El acervo, lo que hay en la subjetividad, es el resultado de una vida en sociedad. En ese acervo, más o menos establecidos, más o menos constituidos en sistema (en cultura vigente) están los valores como referentes mayores en relación a los cuales se suceden, son posibles y válidas esas construcciones.
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- Una buena porción de lo que llamamos creatividad tiene que ver con la disposición a encontrar y evidenciar esas relaciones que otros no han logrado (no solo en los campos del “conocimiento organizado”, sino en cualquier otro llámese emocional", racional, deportivo, estético…). Así mismo, el área de desarrollo próximo (Vygotski) variará de una persona a otra según esa inteligencia y disposición creativa.
Las realidades se construyen así desde lo que se tiene y para lo que adviene. Lo que se tiene es corpóreo, no sólo espiritual, fisiológico o cerebral. La subjetividad es de esa condición integral, como una compleja ecología sin segmentos separables, sin dejar de implicar al todo y sin efectos o acciones que no impliquen al todo. Así que el cerebrocentrismo, (*) que concibe al cerebro o al sistema nervioso como receptáculo de lo humano generador de la bella metáfora del holograma universal (ver Bohm, David) es vecina de la concepción de lo humano como psiquis o mente, como una sustancia.
Así que la percepción no es sensorial. Los sentidos son terminales del cuerpo a través de los cuales ese cuerpo histórico se relaciona. Como todo terminal impregna de su calidad lo que por el transita, obligando a hablar positivamente de sensaciones sonoras, visuales, etc. La piel, lejos de ser un límite del cuerpo, es la garantía de su pertenencia al contexto.
El cuerpo es una resultante de relaciones para otras relaciones.
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