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jueves, 11 de octubre de 2012

PARTICIPACIÓN



LA PARTICIPACIÓN

En esta entrega me voy referir a la Participación como valor, como gran referente ético para la Interacción Educativa. en el conjunto de los cinco que ya he propuesto en la entrega anterior:

- Dginidad

- Participación

- Solidaridad

- Diversidad

- Continuidad con la Nauraleza

Todos inmersos en los Digital, como valor emergente


La dignidad se realiza por la participación. Es decir, como ejercicio de la dignidad se transforma en demanda de solidaridad. Es la obligación hacia los otros, la conciencia de nuestra necesidad gregaria. La participación es acción y ejercicio comunicativo para dirigir, construir y crear y disfrutar. Estas formas de participación se aprenden al cultivarlas simultáneamente, cotidianamente, para asegurar su desempeño eficiente.

No se trata de algo esporádico, de mecanismos complicados o de vehículos de propaganda y formas elitistas. Se participa desde y con todo lo humano. Desde todo y con todo lo que somos como cuerpo humano: HABLAR, ESCRIBIR, CANTAR, DANZAR, GESTICULAR, PINTAR, RECITAR, CONTAR VERDADES Y MENTIRAS, INVENTAR, REPARAR COSAS, COCINAR, AMAR Y COMUNICARLO AL SER AMADO de muchas maneras, PORQUE EL SER AMADO LO ESPERA Y NECESITA…

Deviene en la formidable percepción de sentirse parte particular de un todo, que no está completo sin mí, pero tampoco sin “el otro”. Y esta afirmación es pertinente para el espacio digitalizado. Se concurre a la permanente creación, a la inminente producción que marca a toda realización humana.

En el lenguaje político, equivocadamente, se ha relacionado la participación con el poder y la dirección de lo social. Otra dimensión más consecuente sería la participación de las comunidades en propiedad. También se suele asociar con las ocasionales y confusas elecciones. Al ciudadano se le convence de que su participación consiste en simplemente sufragar. Luego, la representatividad se olvida...y la participación se transforma en manifestaciones de protesta. Esta situación exige una mayor formación ciudadana, hacia la reciprocidad y consciencia social

Pero no puede ser de otra manera, si en las tradiciones educativas se participa por asistir a clases con puntualidad, por decir “presente” sin necesariamente estarlo, por contestar falsas preguntas de las que ya se
saben las respuestas, responder lo que el docente quiere escuchar, de forma repetitiva y sin sentido propio; además, la participación en estos espacios se traduce en “portarse bien” al no hacerse sentir y aceptar conductas de sumisión; memorizar lecciones y reponerlas en exámenes; ser acólito y convergente. Ser simplemente “bueno” cuando ello significa existir dócil y pobremente.

Así, en ninguno de los dos ámbitos (político o escolar), con estos comportamientos, no se accede la participación, no se permite la intervención, no se es dueño ni señor de ella. Conviene reiterar que la participación se aprende con el desempeño y se refuerza con la convicción personal, generada al sentirse agraciado o beneficiado, porque es reconocido y contribuye como persona en el trabajo compartido.

En consecuencia, la debemos transformar hacia la producción, la formación política y ciudadana, hacia el disfrute y la realización personal.

Lo Digital, como valor emergente, amplía el concepto y es oportuno referirse a la Cultura de la Participación: en la WEB, así como todo puede bajar, todo puede subir y, es más, hay una necesidad de hacerse sentir, de participar, de crear en los espacios virtuales. Se manifiesta la abundancia de recursos e informaciones para lo que todavía no estamos preparados y que seguirá permeando toda nuestra vida y cotidianidad.

En este contexto digital, renovar nuestros valores y competencias es imprescindible para tomar decisiones y ejecutarlas, ante las nuevas realidades y relaciones virtuales. Es formarnos para navegar, disfrutar, buscar lo que requerimos, seleccionar lo conveniente y evitar sus trampas. Y no con represión ni nuevas exclusiones, es con la solidez de quien es dueño de su timón.

Hay entonces que cultivarla y su cultivo es hacerla florecer en cada quien: problematizar, angustiar, intrigar… hurgar en la inmediatez de cada quien para que ella aflore. Es lo que llamamos problemas pertinentes.







Voy a presentar en entradas sucesivas los que considero los valores primordiales, como grandes referentes, para la Interacción Educativa en Latinoamérica


- Dignidad,

- Participación,

- Solidaridad,

- Diversidad,

- Continuidad con la Naturaleza.



DIGNIDAD



Septiembre de 2012

Es indispensable precisar esta palabra. El uso frecuente le ha otorgado diferentes sentidos y, con frecuencia, se asocia al honor, al orgullo, a ese fatuo compromiso con una estirpe, a una historia que se escapa en recuerdos ya inútiles. Otras veces, su significación se reduce al vivir menguado y sobreviviente, vinculado al populismo que se soporta con la caridad y la compasión degradante.

Sin embargo, conviene centrarse en la acepción semántica relacionada con el comportamiento, con el desempeño con responsabilidad e integridad ciudadana. Volver a una de sus primarias acepciones significativas.

Dignidad es la tenencia de sí como persona plena, íntegra. Se realiza en la acción y proyección personal, donde desempeña su dimensión humana, probidad y poder creador. Es la voluntad de ser y actuar, más allá del fracaso y el error. Más allá de las trampas y los esquivos meandros del vivir.



Así que no es cosa de consejos o lecciones. Se cuentan cosas de las personas dignas y hay que continuar haciéndolo, porque ellas son personajes frecuentes de las artes y la historia, cuyo ejemplo fortalece la emergencia de la dignidad. Pero para consolidarla, hay que vivir con ella.

Es la ansiada fiesta del vivir dignamente, que no se resuelve con el regalo de una casa, carro o simplemente dinero o un mendrugo de pan. Es mucho más que aquella vida que se confunde con el no morir. Tampoco se agota en el tener confort y lujos.



Es otro mundo en el que ya no tienen lugar las expansiones de los grandes poderes, culturas, civilizaciones. Mundo de diversidades que convergen y que ya no se puede describir con palabras atadas a términos caducos, a riesgo de anacronismo. Atreverse a buscar palabras y maneras para explicar lo que está naciendo. Porque ellas también están naciendo. Este mundo que emerge se nos ofrece en una maravillosa complejidad que escapa a los procedimientos y los métodos tradicionales.

La dignidad está amarrada al respeto y al reconocimiento mutuo. A la vigencia de los otros en uno, en sus miradas y expresiones, en los espacios que me otorgan y en la correspondencia a mis entregas y logros. Y está disminuida por el poder y la autoridad que quieren imponer las certezas ajenas, que parecen buenas mientras se presentan y falsas cuando se adoran.

La dignidad es un valor y una calidad que, como todo valor, sólo se logra en su ejercicio, en su práctica reiterada y constante. Ha sido hija del acoso y por ello requiere fortalecimiento. Aun es débil y temerosa y, antes de nacer, cualquier viento puede apagarla. Porque esa debilidad, con frecuencia, deriva en la prepotencia del inseguro. En la agresividad y la violencia del acorralado.

Hemos hecho de la novedad una tragedia, por crianzas adoloridas, hijas del temor y que nos lleva a sentir que todo cambio lleva a una tragedia mayor. De allí la resistencia al cambio y repetimos “más vale mal conocido que bueno por conocer”.

Pero ya fueron los hijos de otra tragedia, la que vende el cambio como una muerte, para asustar a la dignidad humana. A la angustia y a la intriga, a la pregunta y al problema porque es en ellas y ante ellas cuando somos más humanos y nuestra creatividad se siente retada. Se requiere fuerza para luchar por la dignidad de todos. La dignidad abre todo el cuerpo que somos a la comprensión, a la creatividad y al disfrute. Incluso al disfrute aquel que no fácilmente se distingue del dolor.



Es la calidad de la persona, de la propia subjetividad imprescindible para comprender, conocer y crear. Y otro imaginario, que ahora se muestra difuso y sobrehumano, se irá armando y tomando sentido. Pero no se irá armando sólo. Lo tenemos que armar y construir nosotros. Mundo de la Participación, que se hace cultura. Incierto pero no necesariamente tempestuoso, aunque las tormentas seguirán necesarias y existiendo. Hay que buscar, incansablemente, las discusiones fructíferas a los problemas planteados. Se trata de crecer más humanos. Más fluidos, más melodiosos. Y la novedad tendrá que salir en los contrastes y armonías de una música necesaria.

Los ambientes de aprendizaje tienen que ser, más que nada, recintos de dignidad.