Esa trampa lingüística también funciona para engendrar lo espiritual o almático o al Universo como un solo ser de esa naturaleza. El Universo siempre será explicado en los términos y alcances del observador y, por tanto, tendremos que contentarnos con la relatividad constructivista. Felices y a la vez inquietos de bailar con la música que tenemos.
Esas realidades así construidas, con los valores que las enmarcan, vienen a ser la vida y lo vivido con sus placeres, exigencias y angustias. De ellas vendrán tanto la preservación como la búsqueda.
La física cuántica, ya mencionamos, como recurso para explicar lo incomparable e indefinible de lo subatómico, nos ha llevado a aceptar una esencia de partículas que se comportan a veces como tales, a veces como ondas. Dependiendo, muy constructivamente, de las maneras de observarlas. De manera similar a como el punto de vista, como conjunción de aproximación y perspectiva, nos hace evidenciar en las mismas relaciones otras relaciones. El bello juego humano de buscarle cinco patas al gato, el necesario tormento de complicar las cosas.
Construir aprendizajes, conocimientos, creaciones requiere la activación de esa subjetividad relacionadora. A eso lo podemos llamar participación y entra en el campo de la interacción constructiva
. Supone la relación con otros y consigo mismo en la generación de las relaciones como la manera de la existencia, del Ser.
La realidad objetiva es también una construcción que resulta de una manera de observar, una lógica selectiva que presume el resultado, por no decir que lo fuerza. Un método que, como expresión de ciertos valores, se impone a lo percibido.
A propósito, hay que seguir problematizando la palabra y el concepto “percepción”. Está vinculado a la idea de atrapar algo que está allí, que existe objetivamente. Sea que existe o no la cosa en sí, lo que nos llega son relaciones, son dimanaciones de esas relaciones. Somos mucho más actores que perceptores.
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